El glaucoma resulta del daño al nervio óptico y puede llevar a la ceguera si no se trata. Suele asociarse con un aumento de la presión ocular. La detección temprana es crucial para evitar daños permanentes.
El nervio óptico es especialmente susceptible al daño causado por la presión elevada en el ojo. Si el equilibrio entre la producción y el drenaje de líquido se ve alterado, la presión aumenta y puede dañar el nervio óptico. Este desequilibrio puede compararse con un lavabo obstruido, donde el líquido se acumula y la presión aumenta.
El tratamiento del glaucoma tiene como objetivo reducir la presión ocular y prevenir la pérdida de visión. Esto puede lograrse al “cerrar la llave” de la producción de líquido, con el propósito de eliminar obstrucciones en el drenaje o crear nuevos canales de escape para el líquido.
Los tratamientos para el glaucoma incluyen gotas oculares para reducir la presión intraocular, medicamentos orales, cirugía láser para mejorar el drenaje del líquido ocular, y cirugía convencional para crear nuevas vías de drenaje. La elección del tratamiento depende del tipo y gravedad del glaucoma